En mi niñez, al igual que muchos, inicié el gusto por la buena mesa en casa. Mi mamá cocinaba los fines de semana con bastante dedicación y una muy buena sazón. Aprendí empíricamente a cocinar y comencé a repetir algunos platos de mi mamá en mi propia casa, tratando de hacer variaciones, para lograr mi versión. En ese momento trabajaba en Marketing, así que en la semana no había mucho tiempo para la cocina, pero siempre llegaba al sábado y domingo con ganas de preparar algún plato nuevo.
El trabajo de mi esposo primero nos llevó a Ecuador, donde seguí con mi foco profesional en Ingeniería Industrial, pero sumando la preparación de platos nuevos los fines de semana como ceviche, fritada, bolas de verde y otros, acompañados con un buen vino. Me gustaba tomar cualquier receta y cocinar, pero sentía que tenía bastantes vacíos en los fundamentos, me demoraba una eternidad en cortar un vegetal. Tuvimos que regresar a Colombia y decidí cambiar mi vida profesional por un tiempo y estudiar gastronomía en la Academia Verde Oliva.
Fue una época maravillosa, llena de grandes cocineros que aportaron muchísimo a mi conocimiento y desarrollo de mi curiosidad por nuevos sabores. Me gradué, luego de hacer unas prácticas con los hermanos Rausch y en el Restaurante Tramonti. Fue una experiencia muy enriquecedora, pero también dura, no es lo mismo estudiar con 20 años como mis compañeros, que con unos añitos más…. Tuve la suerte también, de poder viajar a diferentes lugares del mundo para probar otros platos, nuevos sabores desconocidos, con una visión diferente, luego del gran respeto que labraron en mí los cocineros, por su difícil pero apasionante profesión.
Después la vida nos llevó a vivir en otros países, donde además enriquecía mi gran biblioteca de sabores, con sus platos típicos. Por ejemplo, nuestro paso por Venezuela me enseñó a preparar y disfrutar un buen pan de jamón, disfrutar arepas diferentes a las colombianas y copiar la tradición de hacer hallacas en familia. Pude dedicar mucho tiempo a la cocina, ensayar platos, mezclas, comenzar emprendimientos divertidos y dedicar momentos a leer y aprender sobre vinos.
Con toda esta experiencia práctica de varios años, aprendí a respetar los sabores y gustos. Entonces cuando comencé a estudiar formalmente sobre vinos y licores, los años en los fogones, me llevaron a querer profundizar más sobre el universo inmenso de los maridajes, desarrollar nuevas conexiones entre el vino y nuestra comida cotidiana; Sybarité es la forma de compartirlo, eso sí, siempre desarrollando ese amor por la cocina que aprendí de mi mamá.